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Reseña: Abre los Ojos

Cuando el sueño se convierte en pesadilla

La película Abre los ojos, dirigida por Alejandro Amenábar, no es solo un thriller psicológico que juega con el límite entre sueño y realidad. Es una metáfora sobre nuestra dificultad para aceptar quiénes somos y nuestro miedo a despertar de la ilusión que llamamos vida.

El rostro roto: la máscara del ego

César es un joven atractivo, exitoso y acostumbrado a manipular la «realidad» a su antojo. Su rostro perfecto es su máscara: la imagen de sí mismo que muestra al mundo. Tras un accidente, su cara queda desfigurada, y con ella se desmorona toda la identidad que sostenía. Ya no puede ocultarse tras el personaje que había fabricado. Su vida se viene abajo. Este momento simboliza el derrumbe del ego, cuando la imagen que hemos sostenido durante tanto tiempo se hace insostenible. Es el instante en que ya no podemos seguir fingiendo y se revela la fragilidad de nuestra “personalidad”, nuestra bestia interna, la fealdad que todos tratamos de ocultar, sale a la superficie, y tememos ser odiados y abandonados.

Sueños dentro de sueños: la prisión de la ilusión

La película nos introduce en un juego inquietante: ¿qué es real y qué es sueño? César mismo no sabe dónde está ni cuál es la frontera (si es que la hay). Su mundo empieza a parecer una realidad alternativa, que oscila entre el alivio y la pesadilla. Como si no mereciese ser feliz todo el tiempo, su experiencia tiene que alternar entre la paz y la locura, constatando una y otra vez que no era paz, sino «falsos periodos de paz entre conflicto y conflicto».

Esto resuena profundamente con lo que Un Curso de Milagros enseña: el mundo que vemos es un sueño que tomamos por real. Hemos elegido vivir en él, pero olvidamos que es un sueño. Como César, nos convencemos de que nuestra prisión es libertad y luchamos por sostenerla. Cuando se convierte en pesadilla, dictamos nuestra propia sentencia: obligarnos a vivirla como si fuera cierta.

Sofía: el símbolo del amor que salva

Sofía aparece como un faro de amor y posibilidad. César nunca se comprometía con sus amantes, como si tuviera miedo de perder su falsa identidad. Al conocer a Sofía todo cambia. Proyecta en ella sus anhelos de salvación, de dejar atrás la frialdad de no amar a nadie, de usar a las personas… pero más allá de la relación personal, ella representa la memoria del amor verdadero. La única salida de la ilusión es recordar el amor que nunca se perdió, aunque en el sueño lo hayamos olvidado.

UCDM nos recuerda que todo encuentro es una oportunidad de salvación. Sofía no es “la salvadora” externa, sino el recordatorio de que dentro de César (y de cada uno de nosotros) de que es hora de aceptar el amor para nosotros mismos.

El miedo a despertar

El clímax de la película es el miedo visceral de César a saltar, a abandonar el sueño al que se aferra. Prefiere seguir atrapado en un escenario evidentemente falso antes que enfrentar lo desconocido. ¿Y si lo que me espera tras «dar el salto» es peor que la pesadilla en la que vivo?

Esto es exactamente lo que el Curso llama el «miedo al amor»: no tememos al infierno que conocemos, sino al cielo que intuimos. Como hijos pródigos, tememos que la verdad nos castigue por haberla «abandonado». Y desde esta perspectiva, soltar nuestras ilusiones nos aterra, porque equivale a soltar el control y adentrarnos en lo desconocido.

Los personajes del sueño

Los personajes que rodean a César son como el atrezo de su propio sueño: figuras que su mente fabrica para sostener la idea que tiene de sí mismo en cada momento. Sofía, Pelayo, Antonio, Nuria… cada uno aparece como un reflejo de sus emociones y pensamientos, o como personajes que contribuyen a retroalimentar la idea que César tiene de sí mismo. Así ocurre también en nuestra experiencia: somos el soñador que da vida a cada rostro y situación, y lo que elegimos ver fuera no es más que la proyección de nuestra mente dormida.

Un espejo para nosotros

Abre los ojos nos obliga a preguntarnos:

  • ¿Qué máscaras sostengo para no mostrarme como soy?
  • ¿En qué ilusiones insisto en permanecer, aunque me causen dolor, por miedo a la verdad?
  • ¿Estoy dispuesto a dar el salto y abrir los ojos, aunque me aterre lo que pueda ver?

Un clásico del cine

Alejandro Amenábar construye con Abre los ojos una película que toca lo más profundo de nuestra experiencia: vivimos dormidos y nos resistimos a despertar. La invitación es clara: atrévete a mirar tu miedo y cruza el umbral. La libertad está más allá de tus sueños.

Os dejo la reseña en formato vídeo. Nos vemos en la próxima.

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